Más alto,
más lejos y más rápido. Iban a ser 36.576 metros y lo hizo a más de 39
kilómetros. El austriaco, un campeón del deporte extremo de 43 años de edad,
tuvo como objetivo batir cuatro récords: el de subida en globo a mayor altura,
el de salto desde la mayor altura, el de mayor velocidad en caída libre y el
del número de minutos en caída libre; solo le faltó este último.
Remedando
aquella frase de Neil Armstrong en la luna, lo de Baumgartner fue un gran salto
para un hombre y un nuevo paso para la humanidad, en su ansia por conocer los
límites del cuerpo humano.
Las marcas
fueron cayendo, tras un proceso que duró algo más de dos horas y media para
subir y nueve minutos y dos segundos de angustia, hasta que el saltador posó
sus pies sobre la tierra. Fue el salto más alto de la historia, en los que el
mundo entero se sobrecogió mientras el austriaco bajaba y era capaz de hablar
al mismo tiempo.
Baumgartner
rompió la barrera del sonido, más de 1.130 kilómetros/ hora, llegó a los 1.173,
apenas a los 45 segundos de lanzarse al vacío, desde el soporte exterior de la
cápsula, en una vista impresionante.